Días
atrás tuve la
oportunidad de asistir al Foro Nacional sobre Liderazgo Femenino y
Empresa " Tiempo de Mujeres " que se celebraba por primera vez
en Sevilla. Si hace un mes alguien me hubiera afirmado que iba a
asistir a mencionado evento no le hubiera hecho el menor caso. Pero
gracias a un sinfín
de hechos concatenados (algunos no muy agradables) hicieron que se
obrara las circunstancias necesarias para que yo estuviera allí.
El
resultado de todo lo vivido en aquella jornada recompensó los
sinsabores previos. Y como valió la alegría, hoy lo comparto desde este
atril, pues aún
resuenan en mi interior experiencias, expresiones, inquietudes,
risas, emociones que compartimos allí entre todos los asistentes.
El
detonante que puso en marcha aquella resonancia comenzó
con el cálido recibimiento que Noemí Boza, Directora General de + Cuota
me brindó a mi llegada y que me hizo sentir en todo momento como si
estuviera en casa.
Las
ponencias se fueron sucediendo acabando todas y cada una de ellas con
esa sensación de que el tiempo había sido excesivamente efímero y que
hubieras deseado que hubiera sido más larga. Esto fue debido tanto por
la calidad temática de las ponencias como por la calidad humana de todos
y cada uno de las ponentes que hablaron sin tapujos, sin escondrijos
dialécticos ni fórmulas estandarizadas para ser "ponenticamente" (de
ponentes) correctas en su discurso.
Los
responsables de estas magistrales intervenciones fueron Maria José
Sobrinos, Isabel Bajo, María Subrá, de Matilde Mancha, Enrique de
Mora, Maria Antonia Otero, Mónica Deza y Lola Romero. Cada una de las
intervenciones que se fueron sucediendo fueron magistrales, únicas,
irrepetibles, porque no hay dos segundos iguales en la vida del
conferenciante ni hay dos segundo iguales en la vida del asistente.
Y
a medida que avanzaban los discursos, ante mi se exponían nuevos
puntos de vista, nuevas visiones, nuevos enfoques que iban poniendo
en jaque creencias arraigadas por mi condición de mujer,
trabajadora y emprendedora. Y aquella resonancia iba tomando cada
vez más fuerza, hasta llegar a emocionarme con la intervención de Lola
Romero que sin ser consciente de ello, formuló un “Abrete Sésamo” que
hizo que se abriera en mi interior el lugar desde
donde partía aquella resonancia. Y la frase mágica que formuló
fue “No podía tolerar que volvieramos a estar bajo el capricho de
alguien y que pudiera acabar de nuevo con nuestras ilusiones”.
Escuché
emocionada el relato de la
historia que le había hecho llegar a estar allí y a
compartirla con gran naturalidad con todos los asistentes. Escuché sin
perder detalle de cómo fue capaz de creer, de crear y de conseguir
dejar que la labor que ella y su equipo desarrollaban jamás volviera a
estar bajo la tutela del capricho de alguien que no entiende de
ilusiones ni de pasiones. Y mucho menos de creer, crecer y conseguir.
Su intervención me hizo recordar una etapa de mi vida
en la que un grupo de chicas disfrutábamos jugando al Baloncesto, y
de cómo entrenábamos, y de los escasos recursos que teníamos, y de
las pocas personas que creyeron en nosotras y nos acompañaban a los
partidos. Nuestros verdaderos triunfos pasaban por disfrutar en cada
entrenamiento, de cada partido. Si no, no se explica que fuéramos a
entrenar lloviendo, con frío, que nos enfadáramos con los árbitros
cuando sabíamos que una decisión no era justa, que buscásemos ser
mejores jugadoras siendo ante todo mejores personas.
Y todo esos contratiempos eran
minimizados al máximo por dos ingredientes que jamás nos faltaron: la Ilusión y la Pasión por jugar al Baloncesto.
Pero
la Ilusión y la Pasión a veces
no son lo suficientemente fuertes para vencer el capricho de alguien
que decide dejar de financiar un equipo femenino de baloncesto o de
fútbol, como en la experiencia de Lola Romero, porque le es más rentable
financiar a los equipos masculinos de
categorías inferiores. O al menos, así nos los hicieron creer, y
nos lo tragamos en mi equipo de Baloncesto: Que el capricho es más
poderoso que la Ilusión y
la Pasión.
De aquella época pensé que todo lo
que me había quedado tan sólo eran mis tobillos totalmente destrozados, y que
se convertían en un inconveniente cada vez que tenia que usar
zapatos de tacón. Y que si lo hubiera llegado a saber, jamás
hubiera ido a entrenar con los tobillos vendados por mí con venda
elástica, algodón y esparadrapo, sin tener ningún conocimiento
para ello, nada más para evitar que me dolieran durante el
entrenamiento o el partido.
Sin embargo, desde que oí de boca de
Lola la historia de las Féminas del Atheltic de Madrid, comprendí
que el capricho de alguien existe porque no hay una fuerza opuesta
que decide cambiar el rumbo de los acontecimientos y dirigir su
energía a que eso no vuelva a ocurrir. Y que el capricho tiene un tiempo de caducidad mortalmente efímero, ya que
muere por la llegada de otro capricho. Sin embargo, la Ilusión y la Pasión no
caducan. Desaparecen cuando decidimos que así tiene que ser. Y
contra la Ilusión y la Pasión de un grupo de personas, no hay
capricho lo suficientemente poderoso como para enterrarlo. Tal vez la
razón de tal poder reside en una causa liguística: el capricho es
un sustantivo de género másculino, mientras que la Ilusión y la Pasión son de género femenino. Y de todos es conocido, y
permítanme el guiño, que la esperanza de vida es mayor en el género
femenino que en el masculino.
Te doy las gracias Lola, por recordarme
que ningún capricho va a supeditar mi vida, porque siempre serán
mayores mi ilusión y mi pasión Y por reconciliarme con mis
tobillos. Ellos no tenían otra forma de decirme que para seguir
caminando con paso firme el camino que siento que debo recorrer, son
necesarias la pasión y la ilusión en todo momento, no tacones ni caprichos.
También
agradezco a todos los
ponentes su inspiración y su generosidad por compartir sus
vivencias y experiencias para ayudar a otras personas a seguir
creciendo, a cuestionarnos no para demostrar si somos mejores o peores,
sino para que no olvidemos jamás nuestra esencia más íntima. Esa que
nos impulsa a seguir caminando y avanzando.
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